18 de diciembre de 2014

Periodistas: atrapados en el ‘remolino’ de las redes sociales

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El espacio y el tiempo –en ambos casos muy limitado- han y siguen siendo dos de los grandes campos de batalla de la profesión periodística tradicionalmente. Cómo incluir en una crónica de 35” una determinada información, cómo sintetizar en un video de 40” un reportaje de interés informativo… o cómo reducir a 3.000 caracteres una entrevista de alrededor de una hora con un interlocutor interesante.

Cuando sigue aumentando la preocupación sobre la dinámica de los medios audiovisuales a reducir la información a ‘cápsulas’ diminutas que no permiten profundizar en la realidad de los hechos, ahora resulta que vamos a constreñir nuestro ímpetu informativo a las ‘nano-cápsulas’ informativas… de 140 caracteres, no sujetas a criterios de selección, valoración, filtrado, contraste, etc. Información directa, rápida, eficaz… dejemos para otro siglo si es veraz, creíble, rigurosa…

‘Solo sabemos que no sabemos nada’ –¡mira que tener que recurrir continuamente al filósofo griego, Sócrates, que tuvo esta ocurrencia hace alrededor de 2.400 años!- La profesión periodista está ‘tocada’, inquieta, sumida en la incertidumbre, un tanto zarandeada… Esto va muy deprisa, a una velocidad frenética, y todo el mundo nos dice que se acabó lo que se daba, que la sociedad –mira por donde- ha cambiado y va a cambiar más y más de prisa, y que ese gran cambio de modos de concebir la vida y las relaciones humanas, se va a llevar consigo grandes tótems que creíamos infranqueables –algo así como las torres Gemelas de NY-, entre otros las plataformas y/o medios de comunicación convencionales, prensa, radio y televisión.

No tenemos ni idea a donde va a parar esto. Los profesionales del periodismo, hasta los que se creían autoridades y referencia de pensamiento, no tienen ni pajolera idea de hacia dónde nos encaminamos, qué va a pasar con nuestras empresas de comunicación, qué va a pasar con el periodismo tal cual lo entendemos hoy…

Mientras los ingresos (publicidad…) han funcionado no hemos mirado ni de reojo a esta nueva ola; cuando los números han fallado hemos vuelto la mirada a la ola y ésta ya nos había pasado por encima… Ahora estamos con el susto en el cuerpo y con unos cuantos sorbos de agua salada y sin saber cómo salir del remolino. O sea, descompuestos. Pero esto no tiene vuelta atrás.

Todo lo que sabemos, por contradecir un poco a Sócrates, es que nos tenemos que poner las pilas, que hemos de estar en ese firmamento de las redes sociales, sin saber bien qué valor añadido nos aportan. Debemos seguir desarrollando un sentido que ha sido básico en la historia de nuestra profesión, la intuición periodística, el olfato, para ver cómo nos recolocamos en este mundo…

Podemos seguir discutiendo que los que han contribuido a crear este nuevo mundo (blogeros, frikies, informáticos, ingenieros…) son ajenos a la familia periodística, aspecto que, reconozcámoslo, nos fastidia especialmente; podemos seguir resistiéndonos a la realidad, porque creemos que las nuevas redes de información y comunicación -¿- (twitter, facebook…) no representan más que ruido sin orden, mucha bronca; podemos seguir defendiendo el ‘encanto’ del olor del papel del periódico, de su capacidad de generar estados de opinión, etc., etc… Siempre y cuando no nos despistemos, no nos hagamos trampas y no neguemos la mayor: mañana va a ser muy distinto al día de hoy, y no está asegurado que quede sitio para nosotros, los periodistas.

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