18 de diciembre de 2014

“¡Lo tiene que entender mi madre!”

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Los periodistas tenemos que redactar la información de forma que lo entienda nuestra madre o el colega de la cuadrilla”. Esta una de las frases tópicas de muchos profesionales de los medios de comunicación cuando se enfrentan a temas no habituales, que se salen de lo cotidiano, y que son difíciles de digerir, por ejemplo, las informaciones que tienen relación con la ciencia.

Esta ‘coletilla’ puede ser interpretable de diferente forma, bien como una excusa para escurrir el bulto y superar el susto ante lo desconocido, o como un supuesto criterio de la Redacción de dicho medio…, que –todo hay que decir- parece que sólo se justifica cuando se trata de información científica. Es de sentido común reconocer cuál es la función social del periodismo, que no es otra que ofrecer a la sociedad información precisa y detallada de cuanto acontece en su seno, desde el punto de vista social, político, económico, deportivo, cultural, etc., y que ello debe hacerse de la forma más didáctica y sencilla posible, salvo en algunas excepciones, en las que el discurso técnico-especializado confiere prestigio al medio.

En este sentido, no hay que ir muy lejos en las páginas de un medio para encontrar titulares y textos difícilmente comprensibles o totalmente incomprensibles para el lector medio, por ejemplo en secciones como Economía-Laboral-Trabajo. Cuántos son, sino, los colegas incluso ‘ilustrados’ que nunca ojean las páginas de estas secciones por falta de interés y por falta de atributos para entender lo que en ellas se expone. “Nunca me fijo en esas secciones”, escuchamos casi a diario.

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Sin embargo, y más allá de que las cuestiones referidas al bolsillo y a la nómina de final de mes afecten a toda la población, dentro de la jerarquía de la información periodística la terminología técnica y rigurosa aplicada a dichas secciones otorga al medio un carácter de prestigio y le convierte en un medio referente y generador de opinión ante los prescriptores de opinión y las clases supuestamente más cualificadas. ¿Les dicen algo los Hedge Funds, las balanzas comerciales, el déficit comercial, la demanda bursátil, la emisión de deuda pública, el keynesianismo, los swaps, títulos de renta fija, etc., por mencionar algunos ejemplos? Claro, reconocer la evidencia de que no se entiende nada de lo que día sí y día también se erige en el centro de la agenda informativa –más en estos momentos de crisis económica- te puede situar en una posición de debilidad en términos intelectuales (¡!).

No es cuestión de centrar el debate en la supuesta pugna entre la posición que ocupa la información periodística de signo científico y/o económico en el ranking del interés medio del lector y por lo tanto en la prioridad informativa del medio, pero incluso en esa hipótesis diríamos que la batalla –hasta ahora al menos- se ha perdido.

La información científica, en sus diferentes versiones y disciplinas, que recoge también aspectos de primer orden para la sociedad en general –salud, medio ambiente, universo, materiales, etc.- no ha sido capaz de penetrar en las redacciones de los medios de comunicación. Pero no sería justo atribuir esta circunstancia en exclusiva a los profesionales de los medios. Aunque tengan una importante responsabilidad, no es menos cierto que a la comunidad científica históricamente no le ha interesado dicho ‘juego’. No han necesitado de los medios para construir su torre de marfil, esa atalaya desde la que han creado una jerarquía basada en la percepción y constatación de haber llegado a un estadio de conocimiento y una inteligencia netamente superior a la media de la sociedad. “Hay que explicar las cosas de la forma más sencilla posible, pero no más”, dice un buen amigo científico con no poca sorna.

Pero hay dos constataciones en toda esta reflexión, no las únicas pero que sí explican el estado actual de las cosas: 1) la especialización o no de los profesionales de los medios. Éstos han considerado oportuno y necesario contar con profesionales capacitados para ‘traducir’ la información económica, y no han considerado ni oportuno ni necesario invertir en profesionales capacitados en hacer lo mismo en materia de información científica. Y 2), su ‘ubicación. La Economía ha tenido un espacio relevante en los medios, como sección ’estrella’ y la ciencia ha sido ‘escondida’ históricamente en ese gran container que representa la sección más incoherente de todas, la de ‘Sociedad’, donde cabe de todo como en botica.

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